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El último mago

 

El ser humano ha pasado su existencia probando cosas nuevas .Desde el uso del fuego con el primer rayo, con el roce de maderas o piedras, hasta lo que hoy llamaríamos investigación o trabajos de laboratorio, el hombre ha sido un gran alquimista.

Pero hay un momento en el que la llamada filosofía natural da paso a la ciencia estructurada. Es cierto que había bases potentes en la matemática, en la propia filosofía, en la observación de los astros, en la geometría o en la construcción, pero el hombre que poseía conocimientos seguía buscando la piedra filosofal. Y si hay un personaje en la historia que abarca lo anterior y lo nuevo, ese es Isaac Newton.

John Maynard Keynes, el gran economista, acuñó el término de último mago para Isaac. Era un extraordinario admirador de Newton y su discurso de entrada en la Royal Academy versó sobre ello. El discurso fue leído por el hermano de sir John, ya que este había fallecido poco antes.

En el último mago confluyen diferentes corrientes que dan vida a una novela donde la historia real parece sacada de un libro de ficción y donde Newton es su personaje, ajeno, como siempre, a la realidad de las cosas y encerrado entre sus cuatro paredes. No quiso publicar, tuvieron que convencerle, y sólo la presión de otro genio, Leibniz, hizo asomar al científico.

Pero Newton seguía jugando a alquimista, entre el mercurio y el azúcar, miembro del parlamento o director de la fábrica de moneda, sir o simplemente sabio. Un mago. Y a su alrededor se fue construyendo la historia del viejo continente y el impulso para la Nueva Tierra.

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